Salir a la rapiña

La existencia –si se me permite la generalidad– se asemeja a una búsqueda destinada al fracaso. Pasión inútil, dijo Sartre. Se me viene a la cabeza esto y aquello de que el lenguaje es como un significado que va de significante en significante, sin encontrar acomodo –lo mismo el deseo, de cuerpo en cuerpo–, al pasar la página y leer este poema desarticulado de Olvido García Valdés:


sale cada día a la rapiña, a ver
qué encuentra que calme
un no tener a qué volverse,
                                             qué,
no objeto sino causa
mediata o móvil, no nudo o nuez 
de la rapiña, sino que huye, que
ni se piensa o sabe
que no hay, que es qué
lo que le falta y sale, busca
cualquier cosa, cualquier
nada que alimente, aunque nada
más cerrar la mano o mirar
vea que el hueco se mueve
y no se llena


Y pienso en el zapping de la televisión. Nuestra búsqueda insaciable comienza con el mando a distancia, los canales de la TDT, la publicidad invasora e indecente, la tendencia última, el estado de Facebook, el tuit que nos expone, la espera de encontrar –¿qué?– una mínima satisfacción: ¿prestigio? ¿reconocimiento? ¿compañía?

La fotografía de Olvido me mira desde la solapa. Ojos oscuros, un rostro que contiene la sombra y la luz y una apelación directa, más que directa, inaplazable, urgente, instándome a huir de la rapiña, a qué vas, si siempre encuentras esto y no tienes a qué volverte.



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