Darse a la lectura, Ángel Gabilondo
Darse a la lectura
Ángel Gabilondo
RBA
2012
Ángel Gabilondo, de semblante
austero, de profesión Catedrático de Metafísica y más conocido por su incursión
en la política, muestra, no obstante, una sensibilidad desconocida y emocionante.
Construye con eficacia un discurso sólido, bien argumentado, pero también
delicado y entusiasta, más propio de quien, más que de libros, habla de su
enamoramiento. No es gratuito que precisamente esta asociación, la del amor con
el acto de leer, se repita en varias ocasiones a lo largo del libro. En este
sentido, en el gusto por la palabra y la emoción, en su poeticidad evidente, me recordó a esa melancolía contenida que
inunda el gran Ocnos de Cernuda.
Darse a la lectura está formado por treinta y dos capítulos, de no
más de cuatro o cinco páginas cada uno, en los que Gabilondo aplica su atenta y
minuciosa mirada a un sinfín de lo que podríamos denominar hechos colaterales
de la lectura: las condiciones físicas en las que leemos, los incentivos y la
recompensa social y emocional de esta actividad, la importancia de la ficción,
las relaciones entre escritura y lectura, incluso la lectura en los nuevos
soportes y formatos de las tecnologías de la información. Y a lo largo de esta
armazón de entradas y salidas, idas y venidas, varios caminos van adquiriendo
relieve y guiando nuestra lectura hasta, quizás, el faro que alumbra las
páginas de este “cielo invertido” que es un libro. Me refiero a algunas de sus
ideas centrales, o mejor, a la energía concentrada en esos luminosos caminos: la
lectura es una manera única de dejarnos
decir, de abrirnos a otros horizontes inesperados, quizás insospechados, en
definitiva, de ser otros; y, en segundo lugar, la radicalidad de la lectura
como acto, sí, político e ideológico: el deber de leer no es diferente al deber
de respirar para sobrevivir, por eso la lectura es siempre, además, un acto de
compromiso con el mundo y con nosotros mismos, un ejercicio vital de entrega a
una tarea de inconformismo y transformación
que comienza en el mismo momento de elegir leer. Y, finalmente, leer, dejarse
decir, arriesgarse a ser otro, es una respuesta ante lo éticamente
insoportable: la respuesta de la lectura es siempre la respuesta de la libertad.
Recuerdo que fue
difícil conseguir este libro. El librero me dijo que había pasado con más pena
que gloria, al menos por su librería. Lo compré y estuvo algunas semanas en una
estantería, junto a muchos otros libros, algunos leídos, otros esperando su
momento. He de reconocer que cuando comencé a leerlo sentí, por ingenuo que
parezca, lo que debió sentir Bastián, escondido en la escuela, al sumergirse en
la lectura y experimentar esa sensación de soledad acompañada, esa mano tendida
tan parecida a la amistad –la de un libro es la amistad más libre y
desinteresada que puede recibirse– de la que todo libro es o debería ser una
promesa. Queda el recuerdo del gozo que se experimenta durante la búsqueda –no
se sabe muy bien de qué– cuando, por fin, sin saber cómo, fruto de la
casualidad o del destino, se produce un encuentro.
Publicado en Tendencias21.
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