Renacía convertido en el rey del mundo

If I may trust the flattering truth of sleep,
My dreams presage some joyful news at hand.
My bosom's lord sits lightly in his throne,
And all this day an unaccustomed spirit
Lifts me above the ground with cheerful thoughts.
I dreamt my lady came and found me dead.
Strange that gives a dead man leave to think!
And breathed such life with kisses in my lips
That I revived and was an emperor.
Ah me! how sweet is love itself possessed,
When but love's shadows are so rich in joy!
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Si he de creer en la verdad del sueño adulador,
mis sueños son presagio de felices nuevas
que se acercan; quien es dueño de mi pecho se sienta alegre
en su trono y, hoy, un ardor insólito
me eleva del suelo con pensamiento de felicidad.
Soñé que venía mi dama, y me encontraba
muerto (extraño es que en sueños puede un muerto pensar).
Y tanta vida me inspiraba besándome en los labios
que renacía convertido en rey del mundo.
¡Qué dulce es, ay de mí, poseer el amor
cuando hasta en sueños tiene tanta alegría!
Shakespeare: Romeo y Julieta. Acto V.


Si uno se detiene a pensar y descubre, como visto al través de un cristal que de pronto y sólo durante un instante deja de estar empañado, que su propia imagen a las claras resulta difusa en sus contornos, errada en sus propósitos y calamitosa en sus resultados, uno puede por fin preguntarse qué se hizo de su vida, en qué erigió su ser, cómo pudo ceguera hacerle su presa y desvarío su carnicero. Entonces, se mesaría las barbas y concluiría algo que poco o nada tiene de romántico: es un soñador. Porque un soñador se abstrae de cuanto le rodea y vive su propia realidad, generalmente, con arreglo a unos principios ilógicos, incluso distorsionados. El soñador lo es en virtud de un trastorno que resulta del desajuste entre lo que desea y lo que tiene. Soñador es el adorno para una problemática irresoluble de índole metafísica. El soñador, además de vivir su no vida, no consigue otra plenitud que la que le procura su propia insatisfacción. Soñar es estar insatisfecho pero de una manera tal que destila gotas de un placer autocomplaciente y en absoluto saciador. Descubre su error. Sin llegar a la célebre prédica de Calderón y su filosófico revestimiento en Schopenhauer. Entiende, así, el concepto de caída, bíblico, platónico. Y se siente atraído, no obstante, por el dulce recuerdo de esa caída cíclica, su eterno retorno de niñez siempre entrevista, aquel jirón de sueño que quedó colgado de una rama, el balcón abierto en la noche de verano, un universo punzante bajo la sábana que, por más que lo desee, jamás vuelve a repetirse igual al amanecer. Uno es emperador, rey del mundo, al renacer envuelto en la brumosa luz artificial que ha de verle una vez más hundido y nostálgico de no sabe muy bien qué. 

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