Bascombe interior

Se me ocurre que si tuviera delante a Richard Ford quizás podría preguntarle si se atrevería a definir a Frank Bascombe como un inadaptado. Puede que terminara hablándome de sí mismo en retrospectiva («es un memorialista...»). De sus padres, alguna mujer. Lo de los hijos parece que es un asunto enteramente literario. O puede que Bascombe no sea más inadaptado de lo que cada uno lo es por dentro. Una representación magnética y levemente fatalista de nuestra inclinación, parafraseando a un poeta extremeño, al envés. También podríamos hablar sobre la idea de hacer un corte transversal en la vida y exponer durante seiscientas páginas el tiempo que transcurre en un fin de semana lleno de dudas, expectativas y, sobre todo, auto conciencia. O de ese romanticismo tan suave como abrupto que destila el pensamiento (¿inadaptado?) de Bascombe, un hombre práctico que ofrece la posibilidad de resituar nuestra mirada sobre el mundo, enfocar y distinguirnos ahí mismo: alguien queriendo ser y mirar el mundo al mismo tiempo. Que el mundo pasa por nosotros y que debemos tener la disposición adecuada para que el proceso no se nos vuelva demasiado insoportable, aprendiendo a reconciliarnos con lo que somos y a encarar el presente de la mejor manera posible. Quizás esta sea una posible conclusión de esa conversación imaginaria. La misma, o parecida, que uno acaba teniendo consigo mismo, es decir, con su Bascombe interior. Una moral de la aceptación que habría que agradecer como se agradece un día de lluvia en primavera, su novedad en una trama espesa y demasiado conocida.

Comentarios

Entradas populares