Kalashnikov teatro

En tiempo de crisis no hacer teatro. Esta revisión de la máxima jesuita -y donde digo teatro poned cultura- parece un buen eslogan para cualquier ministro de educación y cultura y, de paso, para tranquilizar a cualquier gobierno preocupado por que no se le tosa demasiado. En tiempo de crisis, Kalashnikov teatro, hacen mudanza y teatro. Este fin de semana, los cuatro artistas del hambre se hicieron los 400 kilómetros Madrid-Granada y se dejaron ver por la sala El Apeadero con su función "Los Powers". Obra de creación propia, autogestionada, automontada, autofinanciada. Obra sospechosa de todo menos de poco profesional, lo que viene siendo la seña de identidad de los amateurs. Al revés también suele darse. 

"Los Powers" nos presenta una sencilla trama alrededor de Martínez (o Hernández o López), personaje central que hace las veces de trabajador alienado y al borde de la explosión, es decir, de cualquiera de nosotros. Junto a él, o mejor, frente a él, los tres ejecutivos de la empresa-partido político que consiste en eso: tres ejecutivos y un trabajador. 

Detrás de una puesta en escena escueta, hay un gran trabajo de guión gracias al cual el espectador apenas si bosteza durante la hora y media que dura la función. Diálogos rápidos, silencios dramáticos en medio de honrosas carcajadas y un plantel de actores con mucho oficio y fe en lo que hacen. Esperemos que alguno salga pronto en una serie de la tele, por lo de ganar dinero.

José Luis Sampedro en una de sus últimas entrevistas dijo que el intelectual estaba moralmente obligado a denunciar la realidad. Kalashnikov teatro tocan temas de esos con los que los telediarios nos contaminan y desinforman. Denuncian y de paso nos hacen reír. Y nos recuerdan que, a veces, sí vale la pena pagar seis euros y andar media hora para ir al teatro.

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