La escritura como fin

"Escribir es una aproximación infinita, infinitamente aplazada y sucesiva a través de las interrogaciones, los eclipses y las mudanzas."

La escritura pasa de ser medio a ser fin, de ser el instrumento a ser el objeto. Sujeto y objeto, poeta y poesía, hombre y lenguaje, sin saber quién bebe de quién, quién sirve a quién y para qué. Para resistir. Haber escrito un día más es la prueba de que este día ha resistido, nosotros –y la misma existencia– con él y en él.

Luis Izquierdo, a veces bajo un tosco armazón de vieja escuela, mezcla en su escritura dardos de sentido común con una mirada desengañada y lúcida; una preocupación social que va filtrándose en el fraseo rítmico de su discurso con la autoridad de quien ha vivido mucho.

La suya es una mirada final. Sus palabras, sin quererlo, parecen abordar la recapitulación de un tiempo elegíaco, el suyo y el nuestro, en el que la esperanza se vuelve una cuestión de fe: "la insospechada fe del lírico". Poesía lúcida ante el abismo: "Al fondo del sentido no hay sentido". Poesía que, aunque bebe de las dos, se asemeja más a la vida que a la poesía misma, pues ésta acaba siendo un camino hacia aquélla: "Sólo hay un viaje del azul al cárdeno / por la vía sin fin de las palabras".

La escritura es también un ejercicio que procede de la soledad y que la exige: "pero me veo solo en la jornada / del tiempo que transcurre irredimible".

La muerte, esa soledad última, su inevitabilidad y su inminencia, es un motivo que cierra un círculo. Y aunque el círculo nunca termina, cobra sus víctimas, ha de renovarse constantemente. El poeta lo sabe y su actitud es serena.

"Será en un alba insólita,
será en el iris de la libertad
cuando goce por fin de aquel paréntesis
donde me habitaré
con otras vidas,
transitivo y feliz.
Inexistente."

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