Canción, Eduardo Halfón

 


Canción fluctúa entre las memorias (lo autobiográfico) y la crónica periodística en torno a la figura de Eduardo Halfón, abuelo, acompañado de un personaje más o menos tangencial pero siempre presente como una sombra y que da nombre al libro: el propio Canción, uno de sus secuestradores. Esta hibridación es una fórmula que nos suena, por ejemplo, de Faciolince, García Márquez y tantos otros que eligieron o bien un suceso objetivo o bien una figura cercana para, a través de ellos, expresar su propia individualidad. Hay incluso quienes eligen la primera persona a un tiempo como narrador y como objeto de indagación en un rodeo tan querido por la narrativa actual. Halfón, nieto y narrador, parte de un suceso concreto de especial relevancia personal: el secuestro y la posterior liberación de su abuelo en el contexto de una cruenta lucha armada de la guerrilla revolucionaria guatemalteca. Con esta circunstancia en primer plano, va recreando de fondo un fresco en crudo de la violencia política y social que ha gobernado la historia reciente de su país. Y todo bajo el pretexto de una extraña invitación a unas no menos extrañas jornadas literarias para escritores libaneses en Tokio.

Esta crónica de un secuestro tiene mucho de reportaje político, histórico y social pero también de reconstrucción íntima, y por eso cabe pensar en una novela de autoconocimiento. Como si un pasado desordenado e incompleto impidiera un presente cabal y organizado, es decir, como si impidiera cualquier presente. El yo, antes de liberarse de las cadenas del ayer, debe conocer bien esas cadenas y ese ayer. En algunos el oficio de escritor casi viene dado por la coyuntura histórica que suele prolongarse en cierta trama familiar insertada ya dentro de la historia.

La construcción del relato (la vida) se dirime entre un doble juego de fuerzas: lo de fuera da forma (deforma) a lo de dentro. Interior y exterior, historia y circunstancia, intercambian miradas de soslayo para finalmente conformar un prisma, una visión del mundo, una narrativa personal. Envuelta en una trama juguetona, llena de coincidencias, casualidades, equívocos, sutilezas y azares, Eduardo Halfón pone en marcha su escritura ágil y con buen pulso, que transmite una lección conocida desde muy antiguo: que, por muchas historias que leamos, el libro siempre somos nosotros.


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