Ver volver

Me recibe el abrazo de una geografía de afectos. Lola y su bocanada de vida y entusiasmo, con Antonio presidiendo este bosque de presencias mudas. Juanmi me habla a través de la bondad de Lola y yo hundo la mano en esa tierra que soy yo mismo.

Son días lluviosos, ligeros, abiertos como grietas en la piel del pensamiento. Y siempre esta tensión entre naturaleza e historia. El balanceo es lo que permanece, les digo, como un columpio vacío, en movimiento, que observáramos a través de una ventana. Al final, la eternidad no era una cuestión de tiempo, sino de mirada.

María José se ocupa de que todo por aquí abajo se acoja a cierta coherencia. Ismael, Silvia, Mari Paz, Miguel Ángel y Paquillo terminan de componer esta constelación íntima y resonante que ahora se me hace fábula. La memoria es un paisaje del que tengo noticia exacta cuando miro de madrugada al firmamento.

La voz de río frondoso del gran Calixto, el interior telúrico de Alfredo o la evocación solícita de Ainhoa, tan limpia y tan sutil. Siempre he encontrado una pureza clara en estos niños adolescentes que se ponen en juego a cada instante, en su actualidad en fuga y en esa eternidad presentísima, con una mirada de reojo a los exámenes y una afirmación rotunda a punto de estallarles en la mano.

La biblioteca honra a los visitantes con su calma y su latido: bombea una lumbre cordial y discreta desde que, hace ya casi diez años, la abrí casi por primera vez. Reconozco su relieve, lo palpo y ella me reconoce a mí. Así lo atestigua el cartel que han preparado para la ocasión: «Taller de escritura creativa con...» Primera lección: en este equilibrio entre la eternidad y el instante, edificamos nuestra cabaña de significados.

«¿Qué es literatura?, ¿qué poesía?», les pregunto. «Si se define, eso no es poesía». Tan taoísta yo; o más sencillo: literatura somos, fuimos, en nuestro paso por Alhama y por el mundo, en los cruces de caminos de este tejido inasible que es el cuerpo lento del tiempo que arrastramos.

Al regresar donde estábamos, construimos una mirada interior, una mitología unipersonal, forjada por todas las cosas que se apartan de nosotros, por una lejanía de yoes que hoy me cuentan historias sin parar y que escucho agradecido. Las de Rodrigo, Elena, Ana o Daniela. El regreso es la arcilla del tiempo, me digo, su costumbre. Vivir, en palabras de Azorín, es ver volver. Un ver regresar o el continuo descubrimiento de lo mismo. Última lección: la invención del mundo es un proyecto en común. Vivir, el mayor acto creativo.

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