Manderley en venta y otros cuentos, Patricia Esteban Erlés



Cuando se aspira a la concentración, a la brevedad, uno está obligado a afinar aún más la puntería. En lo pequeño se ven surgir las costuras, lo diminuto es el mapa fiel del mundo. Los cuentos corren ese riesgo de la leve gigantez, del enorme peso de lo ligero. Los de Patricia Esteban Erlés tensan la cuerda y lanzan la flecha en esa niebla inexplicable que suele ser la literatura. Los aciertos se dejan acompañar de los titubeos de manera armónica y natural. La mano arquera se muestra firme y habilidosa en cierta imaginería del dolor, en el retrato de la desesperación y el resentimiento con que suelen acompañarse las malogradas relaciones amorosas. No se excede en esto, sin embargo, y bien que se echa en falta el monográfico o una hondura que raspe más en algunas zonas apenas avistadas. También ese es el peaje del relato: omitir como respirar. Y luego está el ritmo, eso son palabras mayores.

Uno va leyendo y pensando en estas cosas, en cuál es el resorte que mantiene en vilo la atención, en qué tecla concita el interés, en qué falla de la estructura narrativa se desmorona la propia lectura. Dirimir estas cuestiones al hilo de un libro es también apartarse del libro, o adentrarse en él armado hasta los dientes de esa vana presunción que otorga el aburrimiento. Por la mitad del libro, uno ya es un foco de insurrecciones. Hay que poner orden.

Es en la descripción de lo precario donde Esteban Erlés gana altura, más que en el artificio de lo inconcluso o en el elemento imprevisible, casi mágico. Las íntimas zozobras resultan a todas luces asideros reconocibles, prácticos y seguros para evitar la caída libre en esta escalada de pequeños tramos que es un libro de cuentos. Un arnés, por fin, me digo. La crónica en miniatura del conflicto entre realidad y deseo, los movimientos telúricos de lo cotidiano, la fractura a fuego lento de la pareja. Todo esto va construyendo un imaginario bien fijado, con un poso común donde empieza a reconocerse una mano, un trazo, un estilo.

Trabaja el giro inesperado, a cocción lenta, como presentado con naturalidad, como si la vida tuviera por fuerza el elemento maravilloso, tibio, insinuado, para sugerir precisamente que la vida en sí es el elemento maravilloso que no necesita justificar una narración externa que no hay. Pero quizás sí. O de eso se trata, de creer o hacer creer. La literatura es la presentación capciosa e interesada del hecho, aunque sea un hecho imaginado. En esa elaboración está todo. Y a veces se muestra irreprochable como en el relato ‘El juego’, donde se perpetra el pasmo que ya se venía anunciando. Ahora con precisión relojera. Después Patricia Esteban hace gala de la elipsis a lo Hemingway, en ‘La más bella del baile’, donde al lector se le deja la tarea de completar un texto en retirada. Están los mundos (im)posibles, una ojeada a lo que podría ser si... en cuentos como ‘Habitante’, ‘Línea 40’ o ‘Ada Neuman’; las obsesiones silenciosas en los ojos de esos adultos desconocidos con los que compartimos apellido y techo en vacaciones; los ambientes familiares levemente desfigurados, con esas sonrisas siniestras de la hecatombe; el halo de thriller que envuelve muchos de estas historias tan elusivas, entre lo fantasmal y una especie de crónica de íntimas derrotas y confusiones; y la magia, tan voluble, siempre tan irregular, escamoteándose ella sola a lo largo y ancho de las páginas de este libro a cuyos latidos hay que prestar atención como al aliento de la hierba bajo el viento.

Sin embargo, uno acaba prestándose atención a sí mismo en esta obsesión de ser leído al calor de un libro que nos dé la muleta o la excusa. El capricho siempre nos lleva la delantera. Y este libro tiene también algo de mundo caprichoso, por su orografía de costurones, por su hilaza de estilo y mirada, por su juego de barajar piezas y exhibirlas como exquisiteces que, sugeridas, conmueven el apetito del lector, más perdido que nunca en la ilusión de ser a un tiempo el libro, el lector y el mundo.

Comentarios

  1. Muchas gracias por tu lectura, atenta, crítica, detenida en los pliegues. Un abrazo agradecido por todo lo que has sabido ver en cada cuento.

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    Respuestas
    1. Gracias a ti, desconocida lectora. Hasta la próxima lectura.

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    2. Disculpa, pensaba que se veía el nombre! Soy Patricia, la autora del libro, y te agradezco cada palabra de tu espléndida reseña.

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    3. Así lo había entendido. Gracias de nuevo a ti por pasarte por aquí, donde eres bienvenida. Enhorabuena y suerte con el libro.

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