La expedición, Stephen King

La eterna pregunta, el Santo Grial, la búsqueda incansable. Sísifo o cómo convertir una condena en forma de vida, en entretenimiento. Parece que le hemos sacado bastante jugo a esta especie de comezón universal que, de tan inabarcable, podría estar contenida en la palma de la mano. Toda la ciencia ficción puede tal vez explicarse con esta pieza fantasma que necesitamos para componer el puzle de nuestra mente. El universo está en una nuez, en una hoja balanceándose como si lo hiciera por su propio gusto, por su propio movimiento, simplemente por crear una nueva interrogante en los ojos sin norte de quien observa. La curiosidad, claro. 

Ricky no puede dejar pasar la oportunidad de saber más. El Salto que no nos atrevemos a dar sin garantías, el mismo que el niño de doce años emprende hacia una eternidad ante cuya presencia inconcebible hemos de apartar la vista. Mark, el padre, desplegado en narrador, en conciencia del relato y hasta en señuelo para el cuerpo del lector deseoso de zambullirse en un sí mismo ajeno, para quedar desahuciado de sí y, de paso, mejor estructurado en su propia y extenuante incertidumbre. Mark no puede apartar la vista, debe mirar las cuencas de los ojos vacías de su hijo Ricky, un Edipo actualizado, mientras los auxiliares, cumpliendo con su trabajo, retiran a este Gregor Samsa, a este Prometeo que ha robado el fuego de la eternidad, y nos devuelven la paz de lo que sí podemos apresar. Sólo es posible el Salto en un estado de ausencia de vigilia. De lo contrario, la vigilia es castigada con la totalidad, que en términos prácticos es la locura y la muerte. 

La ceguera admite diversas formas de ver. Los ciegos lo son por amor a sí mismos o por amor al incontenible deseo de saber. El insobornable vicio de diseñar mundos que desconocemos, que sospechamos, que deseamos y tememos. Agradezco a mi amigo Israel que me dejara a fondo perdido este libro hace años. Libro con el que ayer, en una tarde con vocación de bisagra, me zambullí en la eterna pregunta, como un niño chapoteando en la bañera. 

La expedición, Stephen King.
Grijalbo, 1987.

Comentarios

Entradas populares