Criaturas del momento, Rafael Espejo

El poema bien trabajado. Un texto edificado con solidez (puede leerse casi como un plano secuencia), preparando ese par de chispazos que sentiremos, y ahí habrá tenido su lugar y su tiempo. Solo en ese instante de escalofrío, o en esa sutilísima descarga eléctrica, el poema será realmente un poema.

Hay una concisión, una sobriedad expresiva que casi podría pasar por contracultural si atendemos a las poéticas «desparramadas» más actuales. Pero no resulta añejo. Logra Rafael Espejo la emoción –precisa, honda– con admirable economía de medios, como un orfebre que conoce bien su oficio: se luce en lo frugal.

Este que abre el libro es un buen ejemplo. La dosis justa de reflexión (evocación serena, la leve inquietud, sin tragedia, como simple contemplación), las imágenes eficaces (el viento nómada, la nieve, la cabaña), contenidas, y esos dos chispazos donde pausadamente ruge lo poético, un aullido entre humilde e incontestable: la mezcla de lo real (leña acurrucada) con el pensamiento (común: de los dos) y ese esperanzado juego de imposibles: el tú visto por un yo que imagina (anhela) ser, a su vez, visto por el tú. Intercambiarse, fundirse, desaparecer en otro. No se puede transmitir mejor todos los matices del miedo y del amor, o de ambos, pues no está claro que sean cosas separadas.





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