Barro, Alejandro Pedregosa
Pepo lo es, no sólo como transmisor de una honda y personalísima emoción, sino por la mirada —la suya, prístina, sencilla, desprejuiciada— acostumbrada a darse y hacerse una con la humildad del mundo. Es esa mirada la que se nos posa en los ojos, la que recibimos y sentimos abrazarnos, a pesar de todo o precisamente por todo, la mirada-abrazo en la intemperie, el hombre-humanidad frente a frente con lo decisivo.
Lo decisivo es un padre muerto y la forma de quedar aquí, nosotros, entre el mutismo y el viento. Así, entre el mutismo y el viento quedamos, parte ya de su desconsuelo, orgullosos también de su desnudez, acobardados junto a él, y protegidos, en mutua compañía.
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