Agua y jabón, Marta D. Riezu


Marta D. Riezu me recuerda a Sedaris en el fino humor y la capacidad para el stand-up literario; a Raquel Taranilla en la imponente minucia bibliográfica (y en cierto encanto) y a Luz Sánchez-Mellado en el exquisito maridaje de lo frívolo con lo trascendente. Claro, y a Nora Ephron en todo. (Y, cómo no, a la magnífica Remedios Zafra en #Despacio). La no ficción, de tinte autobiográfico, no se puede ejercer mejor.

Sus crónicas y apuntes, con hechuras de miscelánea camuflada de diario, son un genial breviario de lo anecdótico donde brilla un universo propio que bebe y se alimenta tan ricamente de lo ajeno, lo destila y lo sublima directo a nuestro paladar, cómo no, hambriento y arrebatado.

Su magnetismo está en el estilo. La inteligencia, la ironía, el enciclopedismo (cool pero no esnob) y la frivolidad, todo perfectamente mezclado y empaquetado, lo más parecido a una de esas amistades subyugantes que sólo encontramos (y que sólo admitimos) en lo literario.

La atracción por lo periférico sin desatender la vigorosa centralidad, la desmitificación respetuosa y cierta irreverencia ejecutada siempre con gracia. Marta D. Riezu, y nosotros con ella, no se desazona ante «la amargura que produce clarividencia»; al contrario, la rareza y la elegancia no pueden ser sino motivo de celebración.



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