En el corazón del corazón del país, William H. Gass

 


Cuando el poeta Rafael Juárez escribió aquello de 'mirar por mirar el río' estaba ya trazando esa puntada inmaterial que acaba hoy (acaba de llegar, se entiende) a esta otra manera de saberse mundo y tangencial al mundo. La ética del observador se alimenta de esta paradoja: excluido del mundo, atrapado en él. Escribir es la toma de conciencia de una posición. Entre la política del yo y la física de partículas: una geoestrategia o supergeometría. Un empañar la lente para alumbrar la zona sucia que mejor nos define. El ejercicio especular, lacaniano, frontón expresivo donde despeñarnos como se despeña el vouyeur por el elástico del sujetador royendo blandamente una clavícula.

La escritura de William H. Gass tiene algo de recomponer el mundo y de vengarse de él: pasándolo por la trituradora del ojo. La mirada, su supremacía. La teoría inserta en la práctica, la obra propedéutica que invita a jugar con y junto a unos personajes que adquieren tanto volumen que se distorsionan, se deforman y rozan un esperpento genial y autosuficiente. El relato resplandece. Y entonces nos damos cuenta de que todo (mirada, voz) es la jugada maestra del estilo. Repóker de nada. De todo. Viva la fiesta gassiana.

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