Una belleza vulgar, Damián Tabarovsky

Leí hace tiempo sobre este libro aquí y he tenido varios meses el título revoloteando en mi cabeza hasta que un día me decidí y lo pedí en amazon. Ahí comenzó un lento y laborioso -inconstante- peregrinar por sus páginas. Una belleza vulgar se llama. Me gusta la sinceridad, así en general, y por eso me gusta que en la contracubierta se advierta claramente de que este libro no va de nada. (No como en Vidas ajenas, de Carrère. Tras los elogios grandilocuentes y autocomplacientes que lo precede, bastan 40 páginas para abrir la boca y soltar un sumario pffff. Lección: el valor real de un libro puede ser inversamente proporcional a los (auto)elogios que contiene aquí o allí. Lección de humildad.) En efecto, el libro no va de nada. Bueno, va de algo muy insignificante: una hojita que cae. Ya está. La hojita cae por una calle argentina y nadie la mira, nadie sabe de su existencia, no sirve de nada su historia. ¿No sirve de nada su historia y ninguna historia? Quizá una historia sin importancia puede ser también una historia extraordinaria. Y puede que exista también los sublime de la nada, de lo trivial, lo repetido. Nuestra época sería la época de los discursos laberínticos, reformuladores, reiterativos, vacíos. Tenemos en la esquina grandes contenedores para reciclarlo todo y narramos una y otra vez lo mismo hasta convertirlo en nuevo. Mientras, una hoja cae en el desinterés del mundo. Nuestra sublimidad es ser precarios, son las ruinas, una existencia destinada al olvido. K mirando la vida desde debajo de una mesa. Es la hora de lo bajo, lo menor, lo pequeño. Ahora la belleza es el esqueleto de la belleza. La hojita cae sin que nadie se dé cuenta de que el abismo está ahí. Aviso: se necesitan dosis de voluntad para leer el libro. Y algo de estética, teoría literaria o filosofía. Siempre es más fácil llamar a un libro De vidas ajenas y que la crítica lo alabe y que se venda. Lo difícil es escribir un libro que no vaya de nada, que pasen de él y que te dé igual. El primero se lleva el dinero y el segundo nada. El primero todo y el segundo nada. En eso consiste lo sublime hoy, en no acabar como acaban todos. Todos los que pueden, claro.

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