Pabellón de reposo, Cela

 
El alma atravesada en la garganta, como la nuez de ballesta. Con la cita cervantina Cela se sitúa en lo literario y en lo programático. Tras el hype el año anterior del buen Pascual, se cree don Camilo en la estela unamuniana con esta antinovela que bucea en lo lírico atormentado pero acaba naufragando en una molicie de indecisión: lo epistolar, la lucha por la vida, tic epocal perdonable, la anunciada falta de acción, la auto-cacareada prosa poética, incluso el dietario del gestor. Todo muy sentenciado. Pero en hermoso: «Adiós, viejo rincón, querido gallinero; adiós, oscura piedra del acantilado donde bate el mar; adiós, sucio papel que vas volando, macizo de las dalias, caseta del guarda; adiós, jugosa y verde yedra del cementerio…» Esta parsimonia sentimental se codea con la audacia de la múltiple perspectiva narrativa. Alardes de artesano para un igual pesimismo: «La vida es triste, profundamente triste, y la humanidad, cruel (...) La muerte no es espanto; es alivio tan solo. Y el no poder vivir es desalivio y lucha que se pierde». Este perspectivismo está al servicio de una teoría sobre la incomunicabilidad radical de los géneros (dicotomía ya obsoleta). Hombre y mujer, vagamente estereotipados, eran un arcano mutuo allá por los cuarenta. El escenario, el sanatorio antituberculoso, adelanta el reloj: la muerte es la misma pero aquí da un par de zancadas y nos coge desprevenidos. La existencia, cuando flaquea, se vuelve intensa, incontenible, siente su orfandad. Y ahí tenemos a Nietzsche, la rumia generacional, ahí está el rebato wagneriano, el marchamo barojiano, ahí saca Cela pecho literario y de carácter, saca la raza y el ¡viva Iria Flavia! Lejos estaba aún el señor Trulock de la altura y la fiereza de San Camilo 1936 o de Oficio de tinieblas 5. Unos treinta años. Veinte más me separan de la publicación en Destino de este ejemplar derrengado que descansa aquí al lado, junto a mi propia molicie de indecisión, con un puñado de amarillentas páginas despegadas y que la eficiente librería Alcaná me ha hecho llegar por lo mismo que cuesta un café.

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