El fracaso y la quimera: Rousseau


Pocos ejemplos tan claros del fracaso tanto en lo vital (huérfano, vagabundo, destierro, manía persecutoria) y como en la escritura (siquiera programática: la tesis como la imposibilidad de la tesis). 

Los tres filósofos de la sospecha, Nietzsche, Freud y Marx, tienen aquí un dignísimo D'Artagnan, remando siempre contra corriente, contra sí mismo, en esa lúcida ingenuidad que supone apostarlo todo a una quimera, fiar la redención del ser humano poco menos que a su primitiva desnudez, a ese hombre que puede decirse ‘de una pieza’ sólo porque se ha amputado un pie y un brazo. 

La afilada reflexión de Jean Starobinsky produce una pequeña conmoción casi inencontrable: una página amarillenta al final de la introducción a un volumen de saldo. Toda una infamia para la era de la eterna novedad del mundo. No recuerdo una posibilidad como esta (y una radical invitación) para la voladura del Todo. Y el discursito, que viene a decir: «Estoy dispuesto a creer en lo que no existe. Imagínate».



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