El cielo invisible, Luís Pousa

Hay que dosificar El cielo invisible para que no se nos acabe en un suspiro. Lo mismo debe de ocurrir con la droga, me digo, y yo mismo me río la expresión 'en un suspiro'. Pienso también en la Verdad como género literario, o cuanto menos como filia de un selecto club de seres verdaderos. Luís Pousa, que tras dos operaciones a corazón abierto ha transitado ambas márgenes del río, resulta emotivamente verdadero, y esto nada tiene que ver con lo realista igual que la ficción poco o nada tiene que ver con la mentira.

Siempre recuerdo la deuda que contraje con Héctor Abad Faciolince el día que terminé de leer El olvido que seremos. La deuda consistía –y consiste– en volver a leerlo. Luís Pousa comparte con el escritor colombiano el oficio de periodista y esta deuda que hace contraer al lector a través de su testimonio biográfico puesto por escrito con una singular honestidad y belleza. Uno no puede trabar esta cercanía y luego cerrar el libro y olvidarlo así como así. Como si no hubiera pasado nada. Algo ha ocurrido que tiene que ver con una de las aplicaciones prácticas de la literatura. Justamente la que consigue enrarecer el corazón al trato con un igual. Luís Pousa nos cuenta en El cielo invisible que ya le ha dado esquinazo dos veces a la misma muerte de su abuela y de su padre, la que sucede a una aorta que explosiona. Quiere la ironía que le hayan remendado el suyo las dos veces para poder hablar del de su padre, que falleció a los 46 años –Luís Pousa acabará este año con 49– y para poder darle cuerda al nuestro. La literatura es el Sintrom de los enfermos de existencia, por exceso, por defecto o, quién sabe, por una justa medida con prescripción médica.

Todos tenemos por escribir el relato de nuestras vidas, mientras las vivimos, o mientras somos vividos por ellas. Nuestra carrerilla hasta llegar aquí, las otras deudas con quienes nos preludiaron, como si nosotros fuéramos la gran obra, el gran estreno. Esa falsa ilusión que se repite en cada uno de nosotros como también los que nos precedieron y los que nos sustituirán se sintieron y se sentirán desmedidamente ilusionados, hasta el punto de emprender un día este camino de regreso al origen. A cualquier origen, pues no sabe uno bien cómo ha llegado aquí simplemente cotejando datos y recuerdos. Luís Pousa, como Faciolince ya íntimo nuestro, además de abundantes referencias literarias, nos regala palabras que valen oro. El año que su padre ha dejado de ser mayor que él, parece invadirlo un sentimiento de orfandad tan palpable que termina por abrazarnos de desamparo. Contraer ciertas deudas, pienso, es la manera que tenemos de expresarnos un afecto sincero. Y con esto volvemos a la Verdad, ese género, esa filia secreta que, al menos durante las 86 páginas de este conmovedor libro, me ha hecho creerme verdadero.

Comentarios

Entradas populares