No me gustaría palmarla, Boris Vian

Crecido y educado en un entorno familiar amante del arte, con dolencias cardíacas que arrastró desde los doce años hasta el final de su vida con treinta y nueve, estudiante destacado, ingeniero de profesión, escritor precoz de novelas, cuentos, poesía y crítica musical, músico de jazz, traductor, conferenciante, compositor de ópera, agitador, polemista, actor, muerto por una ataque al corazón en el cine donde asistía de incógnito a la proyección de la adaptación al cine de uno de sus libros.

Hace tres años la editorial Demipage editó No me gustaría palmarla, traducción del original Je voudrais pas crever (1962), una veintena de poemas con varios alicientes extra: la traducción de cada uno por personajes reconocibles del mundo musical y literario y las bellas ilustraciones que acompañan a cada poema. 

La figura de Boris Vian se agranda tras su muerte hasta alcanzar hoy en día quizás la amplitud del autor de culto y del mito. Su irreverencia esconde o, mejor dicho, expone la fragilidad de un hombre obligado a replegarse sobre sí mismo una y otra vez, en capas interminables, hasta su final y prematura disolución.


UNO MÁS
Traducido por Manuel de la Fuente

Uno sin ninguna razón
Pero en vista de que los otros
Se preguntan con preguntas de los otros
Y encima las responden con palabras de los otros
Qué diablos hacer
Sino evidentemente escribir como los otros
Y dudar, claro
Repetir y reiterar
Y buscar
Buscar y rebuscar
Y no encontrar
Ponerse a desesperar
Y decirse que tampoco sirve para nada
Mejor sería ganarse la vida
Pero mi vida es mía, solo mía, mi vida
No necesito ganármela
Desde luego esto no es ningún problema,
Es justo lo único que no es, un puto problema,
Problemas, precisamente, son todo lo demás
Pero están todos formulados
Todos se lo han preguntado
Hasta en los más mínimos detalles
Entonces a mí qué coño me queda
Ellos ya  me han quitado las palabras amables
Las más bellas palabras las que mejor suenan
Las espumosas las cálidas las graves
Los cielos las estrellas los candiles
Y las brutales olas en los muelles
Rabiosas erosionan las rocas rojas
Todo está repleto de tinieblas y de gritos
Repleto de sangre y repleto de sexo
Repleto de anhelos, repleto de suspiros
Y a mí qué coño me queda
Debo preguntarme en silencio
Y sin escribir y sin dormir
Es preciso que busque para mí
Sin decírselo ni siquiera al portero
Ni al puñetero enano que corre bajo mi suelo
Ni al cabrón del sodomita que hay en mi bolsillo
Ni al pastor de mi cajón
Es preciso que me sonde
Yo solito, sin siquiera una moja enfermera
Que me coja la pilila
Y me acribille como un madero
Con una lanza bien untada en vaselina
Es preciso es preciso que me meta
Un tubo en las mismísimas narices
Para atajar un envenenamiento cerebral
Y que vea fluir mis palabras
Todos se han preguntado
Yo no tengo derecho a la palabra
Han cogido las más bellas las más resplandecientes
Se han instalado ahí arriba
Justo en el lugar de los poetas
Con sus liras a pedales
Con sus liras a vapor
Con sus liras de ocho cuerdas
Y sus Pegasos a reacción
No me queda ni el más mínimo tema
No tengo sino las palabras más planas
Las palabras más estúpidas, las más fofas
No tengo más que me yo él la los las
No tengo más que cuyo quien que qué es
Más que y, en, con y entre
Más que él, ella y él, ellos nosotros vosotros ni
¿Cómo quieren que haga
Un poema con estas puñeteras palabras?
Pues vale ¿Qué coño le vamos a hacer! No lo haré



Boris Vian nació el 10 de marzo de 1920 en Ville d'Avray, un municipio a las afueras de París. Murió el 23 de junio de 1959 en París.




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