Casi amor, Ugo Cornia
Casi amor
Ugo Cornia
Periférica
2012
Traducción de Francisco de Julio
Carrobles
En 2011 la
editorial Periférica nos acercaba la figura de Ugo Cornia, hasta entonces, si
no me equivoco, inédita en nuestro país. Y lo hacía, doce años después de su
publicación italiana en 1999, con Sobre
la felicidad a ultranza, un libro que enseguida se convirtió en una grata
sorpresa. Celebrado por la crítica y con una cálida acogida por los lectores,
esta primera novela de Ugo Cornia contagiaba un aire entusiasta, paradójicamente entusiasta, ya que el narrador
construye su relato a partir de momentos dolorosos como son la pérdida de un
ser querido.
Un año
después, a finales de 2012, para celebración de los que degustaron y
aplaudieron aquella primera, Periférica repite, también con una década de
retraso respecto a la publicación italiana original en 2001, con Casi amor, libro que continúa el camino
marcado por su predecesor. Novela de
introspección, soplo nostálgico pero jubiloso de la vida, que otorga al
lector una posición privilegiada de acompañante en el viaje interior del
escritor italiano por algunos escenarios selectos de su vida. Al igual que
sucedía con el primero, este segundo libro constituye un homenaje en clave
optimista a una vida que no por ya vivida deja de serlo, de estar aún viva. El
narrador, en un tono distendido y ameno, nos deja entrar en esa maraña que
forman los pensamientos, los anhelos y los recuerdos, polarizada
inevitablemente sobre lo que llama una “catástrofe invisible” cuyo peso va a
erigirse como desafío ya, quizás, para siempre. Y ante este desafío el que gana
es, claro, el lector, que asiste al proceso exhaustivo de autoanálisis de un
hombre dotado especialmente para transmitirnos la importancia de las cosas más
sencillas. Cornia, en ese estilo sencillo, casi adolescente, dice hacer de
“megánofo feliz” de esas voces ausentes
que a menudo hablan a través de la suya. Quizás su éxito pueda explicarse, en
parte, por esa capacidad de consagrar su voz a los demás, a ese vasto dominio
de otros que se sienten dichos por
él, sin un discurso grandilocuente, con la mezcla justa de ternura e ironía
para querer pasar de página con una media sonrisa en los labios.
Con
treinta y cinco años, Ugo Cornia repasa lugares en los que dice haber sido
“demasiado feliz” para concluir: “Puede
que haya sido demasiado feliz de un modo imaginario”. Una edad adecuada
para comprender que vivir consiste también en restaurar esos lugares que, de
tan felices, nos dejaron escindidos en dos. Pero ¿y si ni siquiera ellos
existieron? ¿Qué papel juega aquel que fuimos en este que ahora somos? Cornia
siempre nos habla de sí mismo en retrospectiva y eso casi es una respuesta.
Primero hay que deshacer esos nudos y, después, disfrutar de que aquellos
lugares, momentos y personas se conviertan, dentro del “cine de nuestra
cabeza”, en una proyección única, en un acontecimiento.
Porque se
trata de eso, de convertir cualquier instante, por intrascendente que sea, en
un acontecimiento. Sus primeros escarceos sexuales, conducir a 20 por hora viendo
el paisaje, tomarse una cerveza con su novia o ir a pescar bajo la lluvia. Su
actitud, lo que contagia de su forma de ver el mundo, queda resumida en estas
palabras: “el que está enamorado es
siempre como nuevo en el mundo (…) Cuando eres presa del enardecimiento total
eres siempre como alguien que acaba de
caer en la tierra hace diez minutos”. Mirar la vida es ya nombrarla.
Una manera de posicionarse, de estar aquí. Uno de esos versos mágicos de
Lorenzo Plana revelaban esto mismo: “Hemos
venido aquí para nacer”. Nacer continuamente es reconstruir nuestra era mítica, la que nos deja
marcados por una cadena de primeras veces, primeros pequeños descubrimientos,
primera nueva vida. Territorio abandonado y desprestigiado: nosotros. Somos
nuestra mirada. Somos nosotros. Y también nuestra nostalgia, esa obsesión de
vivir dos veces, en directo y en diferido, en un platonismo autorreferente,
para luego tratar de gestionarlo con palabras en lo que sería algo así como
escritura “digestiva”, “nutritiva”: “una
tarde volveré a revivir entero este momento maravilloso, y ese día lejano que
regresa será una verdadera maravilla, como algo que no se ha acabado de digerir
del todo”. Escribe Cornia que no vivir con naturalidad y no aprovechar las
ocasiones que nos prepara el mundo es una humillación. Así lo entiende y lo
lleva a la práctica con este ejercicio de nombrar la experiencia, decirla con
la candidez del niño de treinta y cinco años, porque nunca dejamos de ser
“alguien que está empezando”.
Reflexiva,
de tono exaltado pero meditativo, construida mediante digresiones hilvanadas
por el hilo conductor de la excitación de sentirse vivo, entre la novela de
formación, el diario y, si apuramos, el libro de viajes –son protagonistas
algunos pueblos de los alrededores de Módena. Casi amor es un viaje al
origen mismo de las emociones. Una invitación a cohabitar esa mirada
asombrada que, entre recordar y olvidar, se decanta por estar en medio de las
cosas para no pensar en ellas, ya saben, como alguien que acaba de caer en la tierra
hace diez minutos.
Publicado en Tendencias21.
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