El monstruo marino


Tiene esta película la virtud y el mérito de apelar a lo elemental, de sugerir el encuentro con lo desconocido, a la manera de las grandes historias épicas como Moby Dick o la Ilíada o como aquellas otras epopeyas íntimas que exponen las sutilezas del alma humana con atormentada belleza (Madame Bovary o Ana Karenina). Y lo desconocido, no lo olvidemos, somos siempre nosotros.

Cuestionar el relato de la tradición es cuestionarse como sujeto histórico. Reescribirnos constituye un trabajo que exige ligereza, la ligereza del niño, y que otorga integridad, la del héroe felizmente equivocado.

Escribir la persona para formular el mundo, armonizando los contrarios, reconciliándolos con nuestra máxima expresión, esa segunda piel que es la piel de la tierra.

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