No me acuerdo de nada, Nora Ephron


Comenzar con su último libro y sentir una simpatía póstuma, casi culpable, aunque luego pienso que ya la había de alguna forma ‘leído’ en, por ejemplo, la famosa escena de Meg Ryan en el restaurante, escena que Nora Ephron escribió. Acordarse de David Sedaris y pensar que debería sus libros anteriores y que, como Sedaris, tiene el mérito de interesar siendo ella misma, de agradar con su visión del mundo, y lamentar de nuevo que sea un interés y un agrado póstumos. Murió hace algunos años, al final de leucemia y neumonía, aunque a ella le preocupaba el Alzheimer y el teflón. Del columnismo libre (libérrimo, a lo Leila Guerriero sin el tono de verdad revelada) hasta el anecdotario y el apunte. Así se desinfló y se enriqueció. Las dos últimas entradas son sintomáticas de una despedida: cosas que no echaré de menos y cosas que sí echaré de menos. Lo mejor que puede ocurrir con un libro es echarlo de menos cuando aún no se ha terminado y eso es precisamente lo que ocurre con No me acuerdo de nada.

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