"La intuición empírica del pájaro...", de Olvido García Valdés

La intuición empírica del pájaro le lleva
a elegir el farol que un saledizo ampara
para ampararse él mismo del invierno.
Quisiera que mi intuición supiera
elegir, ver de qué modo 
la noche pudiera quedar fuera
(víscera de cavernas magulladas,
náusea y frío o aquella pesadumbre
sin raíz). Quisiera señalar y
(llamando a la hermosura) decir:
ven; que el corazón fuera ligero
y mirara y al mirar dijera: te amo,
como un ángel de Giotto que bajara
hasta Joaquín. Te amo,
debió de sentir que le decía,
y que quería decir: puedes amar.

Y todos estábamos vivos
Olvido García Valdés
Tusquets, 2006



No se destaca del pájaro las alas, el vuelo, el trino. Se destaca el instinto de protegerse, la intuición para elegir la mejor opción. Este hecho tan sencillo desata, por comparación, por contraste entre el tener y el no tener, el ser y el no ser, un anhelo que pone en juego la condición misma del que mira. Mirar es desear y se desea algo en virtud de una falta. La conciencia humana, que conoce su falta, su privación, su expulsión del paraíso, anhela –porque recuerda– una inconsciencia animal más certera, más natural, que sabe elegir y elige, pues es lo natural, el amparo. El ser humano anhela esa capacidad de ponerse en juego en cada elección. Anhela jugarse la vida en un gesto, algo que el yo humano y anhelante imagina parecido a una declaración, o mejor, a la comunicación de la potencialidad de amar y ser amado. Así el poema se vuelve natural, sencillo, con la dicción y el fraseo casi dictados por ese corazón que, teóricamente, es decir de manera no empírica, hila terminaciones ("quisiera", "supiera", "pudiera", "fuera", "mirara", "bajara") como recordatorio de ese modo subjuntivo que diferencia al hombre, mera potencialidad, ser deseante, del indicativo sereno del pájaro.

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