"Agua negra", Lêdo Ivo
Aurora
Lêdo Ivo
Pre-textos, 2013
Lêdo Ivo
Pre-textos, 2013
Colección La cruz del sur
Traducción de Martín
López-Vega
No
deja de causar admiración que un poeta en el final de su vida –de hecho se
trata de un libro ya póstumo– quisiera abrir su próximo libro con un poema
titulado “Aurora”, que además da título al libro. Como si sólo en la última
parte del trayecto pudiéramos comprender y agradecer el don de la luz
cotidiana. Sin embargo, esta clarividencia no ignora la realidad que se apaga,
la tiniebla que vuelve. Y aquí está el prodigio de la voluntad: aun conociendo
la certeza del fin, el júbilo por la existencia sigue siendo mayor.
Esta
percepción gozosa del mundo se manifiesta en el poema con una serie imágenes
sensoriales que buscan reproducir lo luminoso, el movimiento, lo viviente. Así,
un descriptivismo entre nostálgico y celebratorio sirve de ancla a una vida
que, a final de cuentas, nos debe más de lo que nos ha dado.
El
marcado simbolismo procedente de la naturaleza, con la aurora como el primer y
más importante motivo, recuerda aquel simbolismo intimista de
Antonio Machado. En Lêdo Ivo, por coherencia con su tiempo, hay un mayor apego a
la estampa urbana que, no obstante, conserva un cierto regusto edénico de
desnudez e inocencia. Como el Machado ligero de equipaje, el poeta brasileño
parece despedirse enarbolando una preocupación social y política y, por encima
de aquella, el simple y puro amor.
AGUA
NEGRA
Estoy de nuevo en Rotterdam
entre navíos y guindastes.
Bajo el sol que abriga el frío y la noche
muchachas rubias y espigadas caminan por las
calles floridas sorbiendo helados
y los pedales de las bicicletas que cruzan
los canales modulan el tránsito del tiempo
que se yergue en el aire como la corola de
un tulipán.
En los escaparates de las tiendas los
maniquíes inmóviles
me hacen señas, saben que soy un extranjero
y sus ojos ciegos se clavan en mí con amor.
Vengo de los pantanos.
En el cielo claro de Rotterdam
que rechaza aceptar la imposición de lo
oscuro
la prolongada noche de verano
se cobra en mí promesas no cumplidas.
En la mesa del silencio deposito
mi disculpa y justificación.
Sólo merezco perdón y tolerancia.
Vengo de los pantanos y de las miasmas que
hierven en el agua negra de las lagunas.
Y no he traído conmigo más que una patria perdida
y el recuerdo de un pubis muy amado.
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